Svetlana Aleksiévich
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Svetlana Aleksiévich |
La
cronista bielorrusa Svetlana Aleksiévich, cuyo nombre completo es Svetlana Aleksándrovna
Alexiévich, fue galardonada con el
Premio Nobel de Literatura de 2015.
Nacida
el 31 de mayo de 1948, en Stanislav, Ivano-Frankivsk, Ucrania.Hija de un
militar soviético de origen bielorruso y de una maestra ucraniana. Su infancia
transcurrió en Bielorrusia.
Comenzó
a escribir poesía en su etapa de estudiante y artículos que publicaba en la
prensa escolar. Cursó estudios de periodismo en la Universidad de Minsk desde
1967 y se graduó en 1972, y a partir de entonces se trasladó a Biaroza,
provincia de Brest, donde inició su trabajo como periodista y, también, como
profesora de historia y de lengua alemana. Ejerció como reportera en Narowla,
provincia de Gómel, y trabajó en la revista literaria Neman, de Minsk, para la
que escribió cuentos, ensayos y reportajes.
Después
de abandonar Bielorrusia, en 2000, residió en París, Gotenburgo y Berlín,
aunque posteriormente regresó a Minsk.
Entre
sus trabajos periodísticos más importantes se destacan las entrevistas a
distintos e importantes personajes de la etapa soviética y postsoviética. Se le
compara con Alexandr Solzhenitsin y se advierte en ella la marcada influencia
del escritor bielorruso Alés Adamóvich, al que se refiere como su maestro.
En
toda su obra se aprecia que sus textos están a caballo entre la literatura y el
periodismo porque ofrecen una prosa documental en la que predominan los
testimonios individuales. Un ejemplo de ello aparece en su libro "La
guerra no tiene rostro de mujer", en el que entrevistó a mujeres rusas
participantes en la II Guerra Mundial. La obra la terminó en 1983; pero, a
causa de poner en entredicho las ideas estereotipadas sobre el heroísmo
soviético, las autoridades soviéticas la acusaron de tener ideas propias del
naturalismo y pacifismo, lo que constituían duras acusaciones en esos momentos
y, por ello fue publicada dos años después, gracias al proceso de reformas
políticas conocido por la Perestroika. A raíz de la adaptación teatral de esta
obra, realizada en Moscú, en 1985, sirvió de apoyo a la Glásnost del régimen
soviético iniciada por Mijaíl Gorbachov. Ingresó en 1984 en la Unión de
Escritores de la Unión Soviética, pero no pudo publicar hasta ya iniciada la
Perestroika, en 1985, el primer volumen de su ciclo «El hombre rojo. La voz de
la utopía». Sufrió acoso por el régimen de Aleksander Lukashenko, presidente
bielorruso.
Svetlana
Aleksiévich se autotitula "historiadora del alma", por ser una
reportera que como ella misma afirma: "Sigo las pistas de la existencia
del alma, hago anotaciones del alma... El camino del alma para mí es mucho más
importante que el suceso como tal, eso no es tan importante. El "cómo
fue" no está en primer lugar, lo que me inquieta y me espanta es otra
cosa: ¿qué le ocurrió allí al ser humano?" (el fragmento pertenece a la
obra "La guerra no tiene rostro de mujer", publicada por Debate). Su
mayor preocupación al escribir una crónica es facilitar las pistas al lector
para que pueda comprender mejor a quienes son los protagonistas, muchas veces
simples víctimas de los sucesos que narra, aquellos hechos que ofrecen los
tintes más oscuros, sombríos y tenebrosos del supuesto extinto mundo soviético,
tanto en el plano político como en el intelectual y espiritual.
En
1989 publica Tsinkovye Málchiki (Los chicos de cinc), en la que ofrece los
terribles testimonios de madres de soldados rusos que lucharon en la Guerra de
Afganistán; en Zacharovannye Smertiu (Cautivados por la muerte), 1993, trata
sobre los suicidios de quienes no pudieron soportar el fin de la ideología
comunista del régimen soviético; "Voces de Chernóbil" (1997), fue
traducido al español en 2006, obra que trata sobre quienes se sacrificaron a
raíz de la catástrofe nuclear de Chernóbil. El libro ofrece la extensa y
exhaustiva información recogida en las entrevistas realizadas a más de
quinientas personas, durante diez años, que fueron testigos del desastre de
Chernóbil, Ucrania. En la obra "El tiempo de segunda mano. El final del
hombre rojo", publicada en 2014, es la radiografía del final de la utopía
comunista soviética.
Svetlana
Aleksiévich no sólo realiza trabajos de investigación periodística, sino que su
inquietud creativa le ha llevado a escribir tres piezas teatrales y veintiún
guiones de cine.
Su
carrera profesional recoge innumerables galardones y premios a partir de 1996
cuando su carrera estaba consolidada. Ha recibido importantes premios
internacionales como el polaco Ryszard-Kapuscinski, en 1996, el Premio Herder,
en 1999 y el Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán, en 2013, entre
otros. En 2015 le ha sido otorgado el Premio Nobel que pone de relieve y
respalda no sólo su inmensa labor, sino también la realizada por generaciones
de grandes cronistas que ahora ven reconocido su incansable esfuerzo por narrar
la realidad de este mundo caótico en la figura de Svetlana Alexiévich..
En
España sólo se han publicado cinco de sus libros dedicados a narrar el terrible
infierno que supuso la utopía comunista, la pesadilla en la que se transformó
el sueño de la razón soviética, que confirmó lo dicho por Goya cuando afirmó
que "la razón crea monstruos". Los cinco títulos publicados son
«Voces de Chernóbil. Crónica del futuro» (Casiopea, 2002 y DeBolsillo, 2015),
«El fin del homo soviéticus» (El Acantilado, 2015), «La guerra no tiene rostro
de mujer» (Debate, 2015); «Los últimos testigos. Cuentos nada infantiles»
(Debate la publicará en 2017).
La
propia autora ha afirmado "He escrito cinco libros pero, en realidad,
llevo casi cuarenta años escribiendo una única obra, consistente en hacer la
crónica de lo que fueron los Gulag –campos de concentración estalinistas-, las
guerras, la catástrofe de Chernóbil y la desintegración del Imperio Rojo. Atrás
queda un mar de sangre y una gigantesca fosa común", según ha manifestado
en recientes declaraciones.
Svetlana
Aleksiévich ha demostrado que la realidad supera a la ficción en sus relieves
más siniestros, y que la crónica de la realidad puede estar dotada de técnicas
literarias que la convierten en auténtica literatura, aunque también trufada de
connotaciones cinematográficas: planos cortos, medios y largos en cuanto al
enfoque de la narración, diálogos medidos e intercalados en la narración de los
hechos, ritmo creciente en intensidad, montaje de la estructura narrativa que
ofrece lo mejor de la técnica cinematográfica para que el lector se vea
envuelto en los sucesos narrados por sus protagonistas sin perder, por ello, su
naturaleza de narración escrita.